Capítulo 10

martes, 20 de octubre de 2009

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¿Debía haber matado a esa chica infectada para intentar parar la propagación de lo que fuese que hacía que la gente se volviese loca y se intentase comer a los demás?

Esa pregunta retumbaba en mi cabeza mientras vagaba con el coche sin rumbo fijo hacía ya más de una hora. Me consolaba la idea de que en el cementerio, según lo que me había dicho mi padre, había más de esas cosas por ahí vagando y que en urgencias habían por lo menos cuatro de esas cosas (mi padre, el doctor y los dos policías), por lo que acabar con esa chica en plena calle hubiese sido un acto inútil. Menudo consuelo ¿verdad?

Finalmente puse rumbo hacia casa. Estaba empezando a llover y pensé que no sería buena idea estar al descubierto si caía una tromba de agua.
Había más atasco del normal, pero pude desviarme hacia una carretera secundaria para poder llegar antes a casa. Cuando estaba a pocas calles del piso, vi a mi vecino (el marido de mi vecina de enfrente) que iba corriendo como si la vida le fuese en ello. Normal. Llovía torrencialmente y supongo que querría llegar cuanto antes.

Pensé en recogerlo, pero hacía pocas horas me había estado tirando a su mujer en su casa, por lo que preferí evitar la situación. Realmente ahora me arrepiento de lo que pasó, pero dudo que explicárselo fuese la solución.

Pasé por su lado y creo que intentó hacerme algún tipo de señal al reconocer mi coche, pero preferí hacer que no lo había visto.

Aparqué al lado de casa, siempre hay sitio en un descampado que hay cerca. De vez en cuando desvalijan algún coche, pero el mío no merecía la pena ni mirarlo.

Entré en el edificio y llamé al ascensor. Cuando me disponía a entrar en él pude ver a mi vecino que llegaba. Aunque no me apetecía subir con él le dije "¿subes?" pero me dijo que prefería subir por las escaleras, que era más rápido. Parecía que tuviese prisa y quizás hasta sea normal con la tía que le espera en casa. Sea como fuese, me alegró que no subiese conmigo.

Entré en casa y cerré con llave. Me dirigí al teléfono para llamar a casa para ver si mi madre había llegado, aunque no me quedaban muchas esperanzas.

- ¿Si?

Era la voz de mi madre, no había duda.

- ¡Mamá! ¿Estás bien?

- Sí, yo sí, pero ha sido horrible, horrible.

- Lo sé. Estuve allí ésta mañana.

- ¿Sabes algo de tu padre?

- Sí.

Ella esperaba que le dijese algo más. Pero no sabía como decírselo.

- ¿Está bien?

Respiré hondo y acabé respondiendo:

- No. Ha acabado como la tía Susana.

Podía escucharla llorar tras el teléfono. Intenté calmarla, le dije que no saliese de casa, que descansase y le prometí que mañana a primera hora estaría allí en su casa. Ella asintió entre sollozos y tras decirme que me quería, colgó.

Había sido un día de mierda, había perdido a mi padre y 'algo' se estaba expandiendo convirtiendo a la gente en caníbales enloquecidos.

Tras un fuerte trueno se fue la luz así que, por increíble que parezca, me puse a dormir con la esperanza de que, mañana al despertarme, todo se hubiese solucionado.

Capítulo 9

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Hacía ya una hora que había salido. Cada vez estaba más nerviosa y no hacía más que encender y apagar la tele, aunque realmente ni la miraba. Dejé la televisión encendida y me puse frente a una ventana del salón. Había empezado a chispear débilmente y la calle se iba tiñendo de un color más oscuro al habitual.

Empecé a pensar que moriría, y que lo haría por mi culpa. Si no le hubiese dado motivos para dudar en tantas ocasiones, quizás ésta vez me hubiese creído o al menos hubiese tenido la duda y no hubiese cogido ese autobús en dirección al infierno.

En la televisión cortaron la emisión habitual y apareció en grande "AVANCE INFORMATIVO". Me pegué al televisor para ver qué decían pero sólo pude entender que una ola de violencia se estaba desatando en nuestra ciudad. Después de eso cayó un rayo y la luz se fue. Seguidamente llegó el sonido de un gran trueno y empezó a llover a cántaros.

Me abalancé sobre el móvil e intenté llamarle. Un tono... Dos tonos... Tres tonos... Por mis mejillas ya se deslizaban dos lágrimas mientras esperaba el contestador automático.

- ¿Qué quieres ahora?

Pegué un bote de alegría y le dije: - ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

- ¿Por qué no iba a estarlo? Estoy en el autobús y estamos en medio de un gran atasco. Pero no puedo salir porque se ha puesto a diluviar. Menuda faena.

Se escucharon unos gritos y unos golpes y él me dijo: - Espera, ahora te llamo.

Se oyeron un par de gritos más y se cortó la comunicación.

Joder, ¿Por qué mierda gritaban? ¿Por el atasco? Ojalá fuese por el atasco.

Volvió la luz, aunque seguía lloviendo torrencialmente. Se encendió el televisor pero la emisión del canal estaba cortada o tenían problemas con ella ya que lo único que había en pantalla era un logotipo 3D de la cadena en cuestión.

Cambié de canal y estaban emitiendo normalmente. ¿Quizás hubiesen cortado la emisión de ese canal por emitir cosas que no debían? La verdad no lo sé pero algo pasaba. O quizás simplemente se había ido la emisión por la tormenta. Quizás estuviese volviéndome loca y todo hubiese terminado en el cementerio gracias a los 'hombres de nego'.

Empezó a sonarme el móvil. Contesté de inmediato:

-¿Sí? ¿Qué ha pasado?

- Cuando te he llamado estábamos parados en medio del atasco y un niño ha empezado a golpear las puertas del autobús. El conductor ha abierto para ver qué le pasaba al niño y éste ha subido, se ha avalanzado sobre él y le ha mordido un brazo. Entre unos cuantos hemos separado al niño y lo hemos retenido pero parecía estar loco. No dejaba de patalear y en uno de esos movimientos bruscos se golpeó la cabeza con un hierro del autobús con tan mala suerte que se abrió la cabeza.

- ¿Ha muerto?

- Al instante. Y el conductor no tiene buena cara. Dudo que pueda seguir conduciendo en esas condiciones por lo que hemos salido del autobús. Seguiré a pie aunque me empape.

- ¡Vuelve hacia aquí! ¡No hagas tonterías!

Pasaron unos segundos, los suficientes como para impacientarme, por lo que insistí:

- ¿Hola? ¿Sigues ahí?

- ¿Qué es ésto? Una multitud se acerca en nuestra dirección atacando a los conductores que están en sus coches. Rompen las ventanillas de los vehículos con sus propias manos, incluso con sus cabezas y atacan a los ocupantes. Lo peor de todo es que algunos no deberían estar andando, no deberían estar vivos. Tienen las ropas llenas de sangre, algunos presentan agujeros de bala y pese a todo, siguen avanzando.

- ¡Sal de ahí! ¡Ya!

- Decías la verdad... Era verdad...

- ¡Claro que era verdad! ¡ Sal de ahí!

- Voy corriendo hacia casa. No salgas ni abras la puerta a nadie. Llegaré en media hora, no habíamos llegado demasiado lejos con el autobús.

Capítulo 8

miércoles, 14 de octubre de 2009

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Solté la prenda de vestir que tenía en las manos y me metí en el coche a toda prisa. Miré hacia atrás y pude ver como el goteo de muertos empezó a convertirse en un torrente imparable. Cientos de ellos se dirigían hacia aquí como un gran enjambre de abejas atraídas por flores aromáticas.

Empezaron los disparos. Los 'hombres de negro' empezaron a disparar y algunas de esas cosas caían, otras simplemente retrocedían y después seguían andando. La gente se empezó a poner histérica y se metió en sus coches para intentar salir de allí, pero el atasco era tal que muchos optaron por abandonar sus vehículos y salir corriendo, lo que ocasionó más atasco.

Yo atropellé, bueno, simplemente golpeé a uno de los hombres de negro con el coche y me salí hacia el arcén de tierra para evadirme del control y poder bordear su vehículo.

Una vez ya en la carretera de nuevo puse rumbo hacia casa. El atasco en sentido contrario era monumental. Esos pobres idiotas en sus coches pitando no sabía lo que les esperaba pero yo no iba a parar para contárselo y arriesgarme a quedarme allí tirada. Ya lo descubrirían.

Aparqué el coche en nuestra plaza de parking y, cuando me dispuse a salir del coche, me di cuenta de que iba en ropa interior aún. Con los nervios ni me había enterado. Cogí las llaves de casa, cerré el coche e intenté subir hasta casa sin cruzarme con ningún vecino, pero no fue así. Me crucé con el del 4º, un tío de por lo menos 70 años. Estoy segura de que casi le da un paro cardíaco ahí en medio pero al menos me saludó y yo hice lo mismo, como si la situación fuese normal.

Metí la llave en la cerradura y pude comprobar que no daba varias vueltas si no que la puerta se abrió al primer giro. Alguien había llegado, y ese alguien sería mi marido. Se plantó frente a mi y me dijo que qué hacía en pelotas y yo le conté la verdad a medias. Le conté lo de los muertos que volvían a la vida, lo del control y demás, sin hacer referencias al vecino de enfrente.

Se mantuvo en silencio unos segundos, y después me dijo:

- Sabes, he estado aguantando durante años que toda la gente de mi alrededor me llamase cornudo y yo te he defendido siempre. Siempre he querido pensar que eran simples coincidencias o que la gente era una malpensada, pero ésta es la peor excusa que me has puesto nunca y encima llegas en pelotas a casa. Podrías haberme dicho que de repente te has vuelto sonámbula y que has salido de casa así, o que viste una araña de esas que te dan tanto asco que saliste corriendo, pero, ¿muertos que andan?

- Bueno... Realmente no sé si están muertos. Lo supuse.

- ¿Qué? ¿Sigues intentando colarme esa mierda?

- Joder, si quieres coge el coche y ve a comprobarlo tu mismo. Simplemente coge la carretera esa que va hacia el cementerio que está en las afueras y verás qué follón.

- Esperas que diga que no, ¿verdad? Pues ahora mismo voy a comprobarlo. Me sentiré realmente imbécil comprobando si los muertos se han levantado de sus tumbas pero te quiero demasiado como para pensar que te has ido con otro tío y mi inconsciente prefiere pensar que lo de los muertos es real. Espérame aquí.

- Es peligroso, y el atasco es monumental.

- No iré con el coche, cogeré un autobús que tiene una parada por allí y cuando vea que llego al atasco me bajaré para seguir a pie. Espero estar de vuelta en un par de horas.

- Ten cuidado.

Sin decir nada más salió por la puerta cerrándola tras de sí.

Capítulo 7

martes, 13 de octubre de 2009

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Tras dedicarle un par de segundos a pensar quien sería el idiota que acompañaba al doblemente idiota de mi vecino, salí corriendo hacia el coche.
Esas cosas parecen lentas, pero si te distraes unos segundos se te echan encima. Cuando estaba llegando al coche vi como se acercaba un convoy de vehículos que no parecían precisamente de civiles. No llevaban distintivo reconocible alguno por lo que no pude saber de qué se trataba, pero tampoco tenía ganas de averiguarlo.

Me metí en el coche a toda prisa, puse el motor en marcha, quité el freno de mano y metí primera. Escuché como alguien me daba el alto y al mirar por el retrovisor vi varios tíos trajeados que venían tras el vehículo pero no pensaba quedarme para ver qué querían. Menudo follón.

Aceleré hasta perderlos de vista e intenté salir de las afueras del cementerio para coger la carretera principal que me llevase a casa pero me encontré de bruces con un control. Un control de vehículos idénticos a los que había visto hace nada y con dos 'hombres de negro' barrandome el paso.

Tuve que detenerme para no arrollarlos. Me pidieron que bajase del vehículo y no me pareció el momento de pedirles explicaciones sobre quienes eran, no hubiese servido de nada.

Uno me preguntó si alguien me había mordido ahí dentro, a lo cual negué con la cabeza. El otro fue más allá y me pidió que me desvistiese ahí en medio.
Cualquier otra tía se hubiese negado, pero esa situación me ponía muchísimo así que empecé a quitarme la ropa. Habían coches parados en sentido contrario que querían entrar en el cementerio y los conductores de los mismos flipaban al verme allí despelotándome. Me quedé en ropa interior y entonces me salió la vena cachonda y les dije:

- ¿Las bragas también?

Creo que no les hizo ni puta gracia ya que ni se inmutaron y empezaron a examinarme cada centímetro de piel. No me pusieron una mano encima, simplemente me miraron de arriba a abajo detenidamente y tras unos minutos me dijeron que ya podía vestirme.

Iba a ponerme la ropa cuando se oyeron varios disparos. Venían del cementerio sin duda y los dos disparos se convirtieron en decenas. Todos mirábamos espectantes en la dirección de la que provenían los disparos que, poco a poco, fueron cesando.

Los 'hombres de negro' cogieron lo que parecía ser el transmisor de una radio de dentro de su vehículo y trataron de ponerse en contacto con alguien sin éxito.

Yo empecé a ver como alguien se acercaba a lo lejos, por el lateral de la carretera. Después pude ver que no era uno, si no varios, y más tarde pude ver que estaban muertos. Jodidamente muertos.

Capítulo 6

lunes, 5 de octubre de 2009

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No dije nada. No me salían las palabras. Él prosiguió:

- Hemos hecho lo que hemos podido. La infección era muy grande. Debió haber venido antes y no dejar pasar tanto tiempo.
- Pero si se lo acababa de hacer...

Me miró extrañado, como si no comprendiera lo que le decía. Se oyó como dentro caían cosas, como si alguien tirase todo el instrumental médico por los suelos. Para entrar simplemente había que empujar una de esas puertas dobles de los hospitales que se abren en los dos sentidos; y eso hizo un médico, empujó las puertas, golpeando a su colega que hablaba conmigo, y salió corriendo.

La gente miraba extrañada y murmuraba. Algunos incluso empezaban a salir de allí. Era gracioso ver como gente que se estaba quejando de un dolor insufrible (seguramente para obtener algún tipo de baja o invalidez) ahora caminaba sin problemas hacia la salida.

Se oían golpes sobre la doble puerta y poco a poco se iba abriendo. Cuando pude ver quien o que intentaba abrirla, me di cuenta que era mi padre. Iba empujando la puerta con la cabeza y los hombros. Poco a poco la iba abriendo más, hasta que consiguió salir.
Cayó hacia adelante por la inercia que llevaba. Intentó ponerse en pie torpemente y, cuando lo estaba consiguiendo, las puertas volvieron golpeándolo y haciendo que cayese de nuevo.

Todos estábamos espectantes sin saber bien qué pasaba. La herida de su brazo estaba de color negro pero ya no inflamada.
El médico se volvió y con voz cortada le preguntó si se encontraba bien. Mi padre terminó de incorporarse y alzó la mirada hacia el médico. Sus ojos eran negros completamente, algo rarísimo ya que él tenía los ojos claros.
Agarró al médico por la bata, tiró de él y le mordió la cara. Todos empezaron a gritar e intentaron salir corriendo.
Nadie intentó ayudar al médico, nadie excepto yo y, si te soy sincero, simplemente lo hice porque el atacante era mi padre y eso hizo que me sintiese obligado a intervenir.
Ambos forcejeaban y la sangre brotaba del rostro del médico.
Me situé tras mi padre y con mis brazos rodeé los suyos y su cuerpo. Cuando lo tenía bien cogido tiré de él y al segundo tirón la bata del médico se rasgó y pudo soltarase.

Ya no quedaba nadie allí. Sólo nosotros tres y una chica que estaba agachada tras el mostrador de información hablando por el móvil.
El médico se tocó la cara y se empapó las manos de sangre. Tenía rota la nariz, un párpado le colgaba y una de las mejillas estaba magullada.

Yo seguía sujetando a mi padre y pidiéndole que se calmase pero no dejaba de intentar soltarse.
El médico cayó al suelo inconsciente; había perdido mucha sangre.

Mi padre pegó un tirón hacia adelante y se soltó. Yo caí de bruces al suelo. Se agachó y empezó a morderle la cara de nuevo al médico. Era horrible. Lo peor que había visto en mi vida y eso que no me consideraba una persona especialmente sensible. El médico tuvo un par de espasmos cuando mi padre le mordió el cuello, pero no se volvió a mover más. La sangre salía del cuerpo del médico al ritmo que su corazón latía. Me levanté y propiné una patada a mi padre y le hice caer hacia un lado.

Se levantó y empezó a dirigirse hacia a mí, miré al médico al que ya no se salía la sangre a borbotones del cuello, simplemente iba fluyendo, por lo que deduje que su corazón había dejado de latir.

Empecé a retroceder pero él no tenía intención de parar. Estaba acorralado ya que la puerta estaba justamente tras él.
Ya lo tenía muy cerca y lo iba apartando a patadas, pero él siempre seguía avanzando. Tras unos minutos comencé a estar exhausto. Era como golpear un saco de boxeo, tu te cansabas, pero él no.

Cuando ya estaba apunto de rendirme alguien entró, ordenó a mi padre que se detuviese y, al ver que no lo hacía, levantó su arma y disparó. Fue una sensación extraña. Por una parte me había salvado la vida, pero por otra había matado a mi padre, o a lo que quedase de él en ese cuerpo.

El cuerpo cayó hacia a mí, con un orificio que le traspasó casi por completo ya que se veía sangre en su pecho, bajo la camisa.
Dejé caer el cuerpo y fui hacia los policías que estaban allí, en la puerta.
La chica que había bajo el mostrador salió y vino hacia nosotros pero el médico la cogió por una pierna y le mordió. La chica soltó un grito y los policías fueron a ayudarla. Yo les advertí que no se acercasen, pero no me escucharon o no quisieron escucharme. Lograron soltar a la chica y el médico se levantó, sin rostro y con un agujero en el cuello, para dirigirse hacia ellos.

No sabían qué hacer. Era imposible que ese hombre estuviese vivo y sin embargo estaba avanzando hacia ellos con los brazos en alto.
Al mismo tiempo, mi padre empezó a levantarse.

La chica salió corriendo de allí y huyó. Los policías daban el alto al médico sin darse cuenta de que mi padre se les echaba encima. En pocos instantes tenían a los dos encima y empezaron a forcejear. A uno se le cayó el arma y el otro disparó contra el médico pero éste simplemente retrocedió un poco por el impacto de la bala en su pecho.

Yo salí de allí cagando leches. "Eso" ya no era mi padre y la valentía no es una de mis fuertes, así que me dirigí hacia el coche. Arranqué y tiré calle abajo, por donde pude ver a la chica de antes. No tenía buen aspecto, seguro que en no mucho tiempo sería una de esas cosas e infectaría a más gente.