Capítulo 10

martes, 20 de octubre de 2009

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¿Debía haber matado a esa chica infectada para intentar parar la propagación de lo que fuese que hacía que la gente se volviese loca y se intentase comer a los demás?

Esa pregunta retumbaba en mi cabeza mientras vagaba con el coche sin rumbo fijo hacía ya más de una hora. Me consolaba la idea de que en el cementerio, según lo que me había dicho mi padre, había más de esas cosas por ahí vagando y que en urgencias habían por lo menos cuatro de esas cosas (mi padre, el doctor y los dos policías), por lo que acabar con esa chica en plena calle hubiese sido un acto inútil. Menudo consuelo ¿verdad?

Finalmente puse rumbo hacia casa. Estaba empezando a llover y pensé que no sería buena idea estar al descubierto si caía una tromba de agua.
Había más atasco del normal, pero pude desviarme hacia una carretera secundaria para poder llegar antes a casa. Cuando estaba a pocas calles del piso, vi a mi vecino (el marido de mi vecina de enfrente) que iba corriendo como si la vida le fuese en ello. Normal. Llovía torrencialmente y supongo que querría llegar cuanto antes.

Pensé en recogerlo, pero hacía pocas horas me había estado tirando a su mujer en su casa, por lo que preferí evitar la situación. Realmente ahora me arrepiento de lo que pasó, pero dudo que explicárselo fuese la solución.

Pasé por su lado y creo que intentó hacerme algún tipo de señal al reconocer mi coche, pero preferí hacer que no lo había visto.

Aparqué al lado de casa, siempre hay sitio en un descampado que hay cerca. De vez en cuando desvalijan algún coche, pero el mío no merecía la pena ni mirarlo.

Entré en el edificio y llamé al ascensor. Cuando me disponía a entrar en él pude ver a mi vecino que llegaba. Aunque no me apetecía subir con él le dije "¿subes?" pero me dijo que prefería subir por las escaleras, que era más rápido. Parecía que tuviese prisa y quizás hasta sea normal con la tía que le espera en casa. Sea como fuese, me alegró que no subiese conmigo.

Entré en casa y cerré con llave. Me dirigí al teléfono para llamar a casa para ver si mi madre había llegado, aunque no me quedaban muchas esperanzas.

- ¿Si?

Era la voz de mi madre, no había duda.

- ¡Mamá! ¿Estás bien?

- Sí, yo sí, pero ha sido horrible, horrible.

- Lo sé. Estuve allí ésta mañana.

- ¿Sabes algo de tu padre?

- Sí.

Ella esperaba que le dijese algo más. Pero no sabía como decírselo.

- ¿Está bien?

Respiré hondo y acabé respondiendo:

- No. Ha acabado como la tía Susana.

Podía escucharla llorar tras el teléfono. Intenté calmarla, le dije que no saliese de casa, que descansase y le prometí que mañana a primera hora estaría allí en su casa. Ella asintió entre sollozos y tras decirme que me quería, colgó.

Había sido un día de mierda, había perdido a mi padre y 'algo' se estaba expandiendo convirtiendo a la gente en caníbales enloquecidos.

Tras un fuerte trueno se fue la luz así que, por increíble que parezca, me puse a dormir con la esperanza de que, mañana al despertarme, todo se hubiese solucionado.

Capítulo 9

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Hacía ya una hora que había salido. Cada vez estaba más nerviosa y no hacía más que encender y apagar la tele, aunque realmente ni la miraba. Dejé la televisión encendida y me puse frente a una ventana del salón. Había empezado a chispear débilmente y la calle se iba tiñendo de un color más oscuro al habitual.

Empecé a pensar que moriría, y que lo haría por mi culpa. Si no le hubiese dado motivos para dudar en tantas ocasiones, quizás ésta vez me hubiese creído o al menos hubiese tenido la duda y no hubiese cogido ese autobús en dirección al infierno.

En la televisión cortaron la emisión habitual y apareció en grande "AVANCE INFORMATIVO". Me pegué al televisor para ver qué decían pero sólo pude entender que una ola de violencia se estaba desatando en nuestra ciudad. Después de eso cayó un rayo y la luz se fue. Seguidamente llegó el sonido de un gran trueno y empezó a llover a cántaros.

Me abalancé sobre el móvil e intenté llamarle. Un tono... Dos tonos... Tres tonos... Por mis mejillas ya se deslizaban dos lágrimas mientras esperaba el contestador automático.

- ¿Qué quieres ahora?

Pegué un bote de alegría y le dije: - ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

- ¿Por qué no iba a estarlo? Estoy en el autobús y estamos en medio de un gran atasco. Pero no puedo salir porque se ha puesto a diluviar. Menuda faena.

Se escucharon unos gritos y unos golpes y él me dijo: - Espera, ahora te llamo.

Se oyeron un par de gritos más y se cortó la comunicación.

Joder, ¿Por qué mierda gritaban? ¿Por el atasco? Ojalá fuese por el atasco.

Volvió la luz, aunque seguía lloviendo torrencialmente. Se encendió el televisor pero la emisión del canal estaba cortada o tenían problemas con ella ya que lo único que había en pantalla era un logotipo 3D de la cadena en cuestión.

Cambié de canal y estaban emitiendo normalmente. ¿Quizás hubiesen cortado la emisión de ese canal por emitir cosas que no debían? La verdad no lo sé pero algo pasaba. O quizás simplemente se había ido la emisión por la tormenta. Quizás estuviese volviéndome loca y todo hubiese terminado en el cementerio gracias a los 'hombres de nego'.

Empezó a sonarme el móvil. Contesté de inmediato:

-¿Sí? ¿Qué ha pasado?

- Cuando te he llamado estábamos parados en medio del atasco y un niño ha empezado a golpear las puertas del autobús. El conductor ha abierto para ver qué le pasaba al niño y éste ha subido, se ha avalanzado sobre él y le ha mordido un brazo. Entre unos cuantos hemos separado al niño y lo hemos retenido pero parecía estar loco. No dejaba de patalear y en uno de esos movimientos bruscos se golpeó la cabeza con un hierro del autobús con tan mala suerte que se abrió la cabeza.

- ¿Ha muerto?

- Al instante. Y el conductor no tiene buena cara. Dudo que pueda seguir conduciendo en esas condiciones por lo que hemos salido del autobús. Seguiré a pie aunque me empape.

- ¡Vuelve hacia aquí! ¡No hagas tonterías!

Pasaron unos segundos, los suficientes como para impacientarme, por lo que insistí:

- ¿Hola? ¿Sigues ahí?

- ¿Qué es ésto? Una multitud se acerca en nuestra dirección atacando a los conductores que están en sus coches. Rompen las ventanillas de los vehículos con sus propias manos, incluso con sus cabezas y atacan a los ocupantes. Lo peor de todo es que algunos no deberían estar andando, no deberían estar vivos. Tienen las ropas llenas de sangre, algunos presentan agujeros de bala y pese a todo, siguen avanzando.

- ¡Sal de ahí! ¡Ya!

- Decías la verdad... Era verdad...

- ¡Claro que era verdad! ¡ Sal de ahí!

- Voy corriendo hacia casa. No salgas ni abras la puerta a nadie. Llegaré en media hora, no habíamos llegado demasiado lejos con el autobús.

Capítulo 8

miércoles, 14 de octubre de 2009

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Solté la prenda de vestir que tenía en las manos y me metí en el coche a toda prisa. Miré hacia atrás y pude ver como el goteo de muertos empezó a convertirse en un torrente imparable. Cientos de ellos se dirigían hacia aquí como un gran enjambre de abejas atraídas por flores aromáticas.

Empezaron los disparos. Los 'hombres de negro' empezaron a disparar y algunas de esas cosas caían, otras simplemente retrocedían y después seguían andando. La gente se empezó a poner histérica y se metió en sus coches para intentar salir de allí, pero el atasco era tal que muchos optaron por abandonar sus vehículos y salir corriendo, lo que ocasionó más atasco.

Yo atropellé, bueno, simplemente golpeé a uno de los hombres de negro con el coche y me salí hacia el arcén de tierra para evadirme del control y poder bordear su vehículo.

Una vez ya en la carretera de nuevo puse rumbo hacia casa. El atasco en sentido contrario era monumental. Esos pobres idiotas en sus coches pitando no sabía lo que les esperaba pero yo no iba a parar para contárselo y arriesgarme a quedarme allí tirada. Ya lo descubrirían.

Aparqué el coche en nuestra plaza de parking y, cuando me dispuse a salir del coche, me di cuenta de que iba en ropa interior aún. Con los nervios ni me había enterado. Cogí las llaves de casa, cerré el coche e intenté subir hasta casa sin cruzarme con ningún vecino, pero no fue así. Me crucé con el del 4º, un tío de por lo menos 70 años. Estoy segura de que casi le da un paro cardíaco ahí en medio pero al menos me saludó y yo hice lo mismo, como si la situación fuese normal.

Metí la llave en la cerradura y pude comprobar que no daba varias vueltas si no que la puerta se abrió al primer giro. Alguien había llegado, y ese alguien sería mi marido. Se plantó frente a mi y me dijo que qué hacía en pelotas y yo le conté la verdad a medias. Le conté lo de los muertos que volvían a la vida, lo del control y demás, sin hacer referencias al vecino de enfrente.

Se mantuvo en silencio unos segundos, y después me dijo:

- Sabes, he estado aguantando durante años que toda la gente de mi alrededor me llamase cornudo y yo te he defendido siempre. Siempre he querido pensar que eran simples coincidencias o que la gente era una malpensada, pero ésta es la peor excusa que me has puesto nunca y encima llegas en pelotas a casa. Podrías haberme dicho que de repente te has vuelto sonámbula y que has salido de casa así, o que viste una araña de esas que te dan tanto asco que saliste corriendo, pero, ¿muertos que andan?

- Bueno... Realmente no sé si están muertos. Lo supuse.

- ¿Qué? ¿Sigues intentando colarme esa mierda?

- Joder, si quieres coge el coche y ve a comprobarlo tu mismo. Simplemente coge la carretera esa que va hacia el cementerio que está en las afueras y verás qué follón.

- Esperas que diga que no, ¿verdad? Pues ahora mismo voy a comprobarlo. Me sentiré realmente imbécil comprobando si los muertos se han levantado de sus tumbas pero te quiero demasiado como para pensar que te has ido con otro tío y mi inconsciente prefiere pensar que lo de los muertos es real. Espérame aquí.

- Es peligroso, y el atasco es monumental.

- No iré con el coche, cogeré un autobús que tiene una parada por allí y cuando vea que llego al atasco me bajaré para seguir a pie. Espero estar de vuelta en un par de horas.

- Ten cuidado.

Sin decir nada más salió por la puerta cerrándola tras de sí.

Capítulo 7

martes, 13 de octubre de 2009

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Tras dedicarle un par de segundos a pensar quien sería el idiota que acompañaba al doblemente idiota de mi vecino, salí corriendo hacia el coche.
Esas cosas parecen lentas, pero si te distraes unos segundos se te echan encima. Cuando estaba llegando al coche vi como se acercaba un convoy de vehículos que no parecían precisamente de civiles. No llevaban distintivo reconocible alguno por lo que no pude saber de qué se trataba, pero tampoco tenía ganas de averiguarlo.

Me metí en el coche a toda prisa, puse el motor en marcha, quité el freno de mano y metí primera. Escuché como alguien me daba el alto y al mirar por el retrovisor vi varios tíos trajeados que venían tras el vehículo pero no pensaba quedarme para ver qué querían. Menudo follón.

Aceleré hasta perderlos de vista e intenté salir de las afueras del cementerio para coger la carretera principal que me llevase a casa pero me encontré de bruces con un control. Un control de vehículos idénticos a los que había visto hace nada y con dos 'hombres de negro' barrandome el paso.

Tuve que detenerme para no arrollarlos. Me pidieron que bajase del vehículo y no me pareció el momento de pedirles explicaciones sobre quienes eran, no hubiese servido de nada.

Uno me preguntó si alguien me había mordido ahí dentro, a lo cual negué con la cabeza. El otro fue más allá y me pidió que me desvistiese ahí en medio.
Cualquier otra tía se hubiese negado, pero esa situación me ponía muchísimo así que empecé a quitarme la ropa. Habían coches parados en sentido contrario que querían entrar en el cementerio y los conductores de los mismos flipaban al verme allí despelotándome. Me quedé en ropa interior y entonces me salió la vena cachonda y les dije:

- ¿Las bragas también?

Creo que no les hizo ni puta gracia ya que ni se inmutaron y empezaron a examinarme cada centímetro de piel. No me pusieron una mano encima, simplemente me miraron de arriba a abajo detenidamente y tras unos minutos me dijeron que ya podía vestirme.

Iba a ponerme la ropa cuando se oyeron varios disparos. Venían del cementerio sin duda y los dos disparos se convirtieron en decenas. Todos mirábamos espectantes en la dirección de la que provenían los disparos que, poco a poco, fueron cesando.

Los 'hombres de negro' cogieron lo que parecía ser el transmisor de una radio de dentro de su vehículo y trataron de ponerse en contacto con alguien sin éxito.

Yo empecé a ver como alguien se acercaba a lo lejos, por el lateral de la carretera. Después pude ver que no era uno, si no varios, y más tarde pude ver que estaban muertos. Jodidamente muertos.

Capítulo 6

lunes, 5 de octubre de 2009

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No dije nada. No me salían las palabras. Él prosiguió:

- Hemos hecho lo que hemos podido. La infección era muy grande. Debió haber venido antes y no dejar pasar tanto tiempo.
- Pero si se lo acababa de hacer...

Me miró extrañado, como si no comprendiera lo que le decía. Se oyó como dentro caían cosas, como si alguien tirase todo el instrumental médico por los suelos. Para entrar simplemente había que empujar una de esas puertas dobles de los hospitales que se abren en los dos sentidos; y eso hizo un médico, empujó las puertas, golpeando a su colega que hablaba conmigo, y salió corriendo.

La gente miraba extrañada y murmuraba. Algunos incluso empezaban a salir de allí. Era gracioso ver como gente que se estaba quejando de un dolor insufrible (seguramente para obtener algún tipo de baja o invalidez) ahora caminaba sin problemas hacia la salida.

Se oían golpes sobre la doble puerta y poco a poco se iba abriendo. Cuando pude ver quien o que intentaba abrirla, me di cuenta que era mi padre. Iba empujando la puerta con la cabeza y los hombros. Poco a poco la iba abriendo más, hasta que consiguió salir.
Cayó hacia adelante por la inercia que llevaba. Intentó ponerse en pie torpemente y, cuando lo estaba consiguiendo, las puertas volvieron golpeándolo y haciendo que cayese de nuevo.

Todos estábamos espectantes sin saber bien qué pasaba. La herida de su brazo estaba de color negro pero ya no inflamada.
El médico se volvió y con voz cortada le preguntó si se encontraba bien. Mi padre terminó de incorporarse y alzó la mirada hacia el médico. Sus ojos eran negros completamente, algo rarísimo ya que él tenía los ojos claros.
Agarró al médico por la bata, tiró de él y le mordió la cara. Todos empezaron a gritar e intentaron salir corriendo.
Nadie intentó ayudar al médico, nadie excepto yo y, si te soy sincero, simplemente lo hice porque el atacante era mi padre y eso hizo que me sintiese obligado a intervenir.
Ambos forcejeaban y la sangre brotaba del rostro del médico.
Me situé tras mi padre y con mis brazos rodeé los suyos y su cuerpo. Cuando lo tenía bien cogido tiré de él y al segundo tirón la bata del médico se rasgó y pudo soltarase.

Ya no quedaba nadie allí. Sólo nosotros tres y una chica que estaba agachada tras el mostrador de información hablando por el móvil.
El médico se tocó la cara y se empapó las manos de sangre. Tenía rota la nariz, un párpado le colgaba y una de las mejillas estaba magullada.

Yo seguía sujetando a mi padre y pidiéndole que se calmase pero no dejaba de intentar soltarse.
El médico cayó al suelo inconsciente; había perdido mucha sangre.

Mi padre pegó un tirón hacia adelante y se soltó. Yo caí de bruces al suelo. Se agachó y empezó a morderle la cara de nuevo al médico. Era horrible. Lo peor que había visto en mi vida y eso que no me consideraba una persona especialmente sensible. El médico tuvo un par de espasmos cuando mi padre le mordió el cuello, pero no se volvió a mover más. La sangre salía del cuerpo del médico al ritmo que su corazón latía. Me levanté y propiné una patada a mi padre y le hice caer hacia un lado.

Se levantó y empezó a dirigirse hacia a mí, miré al médico al que ya no se salía la sangre a borbotones del cuello, simplemente iba fluyendo, por lo que deduje que su corazón había dejado de latir.

Empecé a retroceder pero él no tenía intención de parar. Estaba acorralado ya que la puerta estaba justamente tras él.
Ya lo tenía muy cerca y lo iba apartando a patadas, pero él siempre seguía avanzando. Tras unos minutos comencé a estar exhausto. Era como golpear un saco de boxeo, tu te cansabas, pero él no.

Cuando ya estaba apunto de rendirme alguien entró, ordenó a mi padre que se detuviese y, al ver que no lo hacía, levantó su arma y disparó. Fue una sensación extraña. Por una parte me había salvado la vida, pero por otra había matado a mi padre, o a lo que quedase de él en ese cuerpo.

El cuerpo cayó hacia a mí, con un orificio que le traspasó casi por completo ya que se veía sangre en su pecho, bajo la camisa.
Dejé caer el cuerpo y fui hacia los policías que estaban allí, en la puerta.
La chica que había bajo el mostrador salió y vino hacia nosotros pero el médico la cogió por una pierna y le mordió. La chica soltó un grito y los policías fueron a ayudarla. Yo les advertí que no se acercasen, pero no me escucharon o no quisieron escucharme. Lograron soltar a la chica y el médico se levantó, sin rostro y con un agujero en el cuello, para dirigirse hacia ellos.

No sabían qué hacer. Era imposible que ese hombre estuviese vivo y sin embargo estaba avanzando hacia ellos con los brazos en alto.
Al mismo tiempo, mi padre empezó a levantarse.

La chica salió corriendo de allí y huyó. Los policías daban el alto al médico sin darse cuenta de que mi padre se les echaba encima. En pocos instantes tenían a los dos encima y empezaron a forcejear. A uno se le cayó el arma y el otro disparó contra el médico pero éste simplemente retrocedió un poco por el impacto de la bala en su pecho.

Yo salí de allí cagando leches. "Eso" ya no era mi padre y la valentía no es una de mis fuertes, así que me dirigí hacia el coche. Arranqué y tiré calle abajo, por donde pude ver a la chica de antes. No tenía buen aspecto, seguro que en no mucho tiempo sería una de esas cosas e infectaría a más gente.

Capítulo 5

lunes, 21 de septiembre de 2009

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Al fin me vio y empezó a correr hacia mí. Llevaba la mano izquierda sobre el antebrazo derecho. Pregunté qué había sucedido y entonces me contó que mi tía había vuelto a la vida y se había vuelto loca. Que mordió al sepulturero y entonces todo el mundo empezó a chillar y a correr. También me contó que él fue a interesarse por su estado y ella le había mordido el antebrazo derecho y por eso la herida.

- ¿Y mamá?
- No lo sé. Todo fue muy rápido. La gente corrió y yo cuando pude quitarme a tu tía de encima también.

No salía de mi asombro. Me parecía tan extraño todo que no daba crédito a lo que me estaba contando mi padre. Si no fuese porque sé que no me gastaría una broma así jamás, juraría que estaba en un programa de cámara oculta, y ojalá hubiese sido el caso.

- ¡Ahí viene! ¡Vámonos!

Mi tía se acercaba tambaleándose y gimiendo. Estaba muy pálida pero a su vez su piel tenía un tono oscuro. Más que su piel, era por dentro. Podía ver vasos sanguíneos negros en su rostro y sus ojos se movían dentro de sus cuencas.
Tanto sus mejillas como el contorno de su boca estaban llenos de sangre y su ropa manchada también.

Antes de que pudiese fijarme en más detalles mi padre tiró de mí y salimos corriendo. Mientras corría me preguntaba porqué no nos parábamos e intentábamos ayudar a mi tía, o porqué no llamamos a una ambulancia, pero debo reconocer que el pánico me invadió y no pude hacer más que correr.

- ¿Has traído tu coche? Vamos en él. Mamá tiene las llaves del nuestro y así si consigue salir tendrá un medio con el que escapar.
- ¿No la esperamos? Deberíamos llamar a una ambulancia y calmarnos.
- ¿Calmarnos? He visto como tu tía le seccionaba la yugular a un tío con sus propios dientes y al ir a intentar tranquilizarla me ha arrancado medio brazo. Ve tu a tranquilizarla si quieres.

Me enseñó la herida y la verdad es que era profunda y tenía mala pinta. Estaba infectada y estaba muy inflamada.

Nos subimos al coche y arranqué. Miré el retrovisor interior y pude ver a una mujer, si no fuese porque era imposible, hubiese jurado que era mi vecina a la que me estaba tirando un rato antes, y, tras ella, mi tía se le iba acercando lentamente...

Salimos de allí. Mi padre tenía mala cara. Sudaba mucho, parecía tener fiebre.

- Te llevaré a un hospital para que te miren el brazo.

Creo que no me oyó. En dirección contraria, hacia el cementerio, empezaron a pasar vehículos policiales, sanitarios y otros que no supe distinguir de qué eran. Seguramente alguien habría llamado que es lo que tendríamos que haber hecho nosotros. Pensé en dar media vuelta, pero necesitaba que un médico le viese la herida a mi padre.

En 10 minutos estábamos en el hospital. Mi padre no reaccionaba por lo que dejé el coche en la zona de ambulancias y grité para que alguien me ayudase. Enseguida salió gente del hospital a echarme una mano y poder llevar a mi padre para adentro.

No me dejaron entrar con él y me quedé en una sala esperando tras ir a aparcar el coche. Estuve esperando más de media hora y nadie salía para informarme. Había un niño con una herida en la cabeza que no dejaba de gritar y me estaba poniendo de los nervios.

Me levanté y fui hacia las puertas que llevaban hacia donde se habían llevado a mi padre. Antes de que llegase a ellas salió un hombre con bata blanca. Se dirigió hacia a mí y, sin preámbulos, lo soltó:

- Lo siento, su padre ha muerto.

Capítulo 4

lunes, 7 de septiembre de 2009

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Estaba asustada pero realmente no representaba un peligro real o eso quería pensar en aquél momento. Era torpe, lenta y estúpida. No hacía más que gemir e intentar cogerme con sus raquíticos brazos mientras avanzaba hacia mí. Era tan lenta que simplemente tenía que darme la vuelta y caminar a paso ligero para escapar pero ésta cosa ¿hasta cuando me estaría siguiendo?
No soportaba esa idea. No soportaba la idea de que algo o alguien me siguiese, y menos con el cuello partido en dos y la cabeza colgando.
Me separé unos metros de ella y cogí una piedra que había en el suelo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se la lancé con todas mis fuerzas a la cabeza. Oí un "crack" y la frente se le hundió hacia adentro, dejando salir una gelatina marronosa. Se paró en seco, dejó de emitir el molesto gemido y se desplomó contra el suelo.

Esperaba que ahora sí estuviese muerta, pero no me iba a quedar para comprobarlo. Me di la vuelta para salir de allí, cuando escuché otro gemido. ¿otra vez?, pensé, pero al girarme no era la mujer la que estaba babeando por mí, ésta vez era el hombre medio devorado que había entre los setos. Su brazo derecho estaba mordisqueado, no tenía mano, el brazo terminaba en un muñón con un par de dedos. Tenía un agujero en el vientre, del cual salían cosas. Sería fácil decir que eran intestinos, pero realmente no tenía ni idea. Simplemente le colgaban cosas. Era realmente asqueroso.

Antes de que pudiese hacer nada, aparecieron varios gemidos más, y vi como tres individuos empezaron a acercarse. Era fácil defenderse de uno, incluso de un par, pero dudo que hubiese podido con cuatro al mismo tiempo. Salí corriendo intentando recordar por donde había venido, pero no lo recordaba. Era un laberinto de tumbas y más tumbas. Cuando creí que estaba lo suficientemente lejos como para que no me pudiesen seguir, paré para coger aire y observar a mi alrededor. Seguía sin haber nadie, y sin encontrar la salida. Oía golpes, golpes dentro de algunas tumbas. Sobretodo en las que parecían más recientes.
Entonces pude verlo correr por ahí. Era el gilipollas de mi vecino e iba acompañado por alguien. No me podía presentar a su lado y decir "Hola te he seguido, me he perdido, he matado a una mujer y ahora me persiguen unos hombres con las tripas colgando". No sé a donde iban, pero supongo que si habían visto cosas similares a las que había visto yo, intentarían salir de allí por lo que los seguí desde lejos.

Al lado de un muro, una mujer pedía ayuda. Me acerqué a ella sin perder de vista a mi vecino y le dije que se calmase. Ella gritaba desesperadamente mientras unas manos que salían de uno de los nichos de la pared le agarraban un brazo. Tiré de ella pero quien fuese que tirase de ella desde dentro lo hizo con más fuerza y el brazo se hundió en el muro. Después empezó a brotar sangre mientras ella gritaba, ésta vez de dolor. Me aparté un poco y ella gritó "¿¡Por qué haces esto mamá!?".
Supongo que sería su madre la que estaba allí enterrada, mejor dicho, emparedada.
Mi vecino seguía avanzando, pero ahora ya no corrían, parecía como si su acompañante no pudiese seguirle el paso.
Se acercaban más muertos, por todas partes. No podía esperar más ni perder más tiempo. Le dije a la mujer que lo sentía, ella no me prestó mucha atención, simplemente miraba al cielo, con el brazo aún dentro del muro y murmuraba algo mientras lloraba. Supongo que ella hubiese hecho lo mismo. Supongo que todos hubiesemos hecho lo mismo frente a un desconocido ¿no?

Seguí avanzando, sin acercarme demasiado al muro ni a las tumbas, por si acaso. ¡Ahí estaba! ¡La salida! Ya podía verla. Ya podía dejar de seguir al idiota ese.
Por última vez, miré atrás, aunque me gustaría no haberlo hecho. Los muertos llegaron hasta la mujer que tenía su brazo en el muro. Ella, con el brazo que tenía libre y a patadas intentó echarlos para atrás, pero era imposible. Eran muchos. Uno le agarró el brazo y se lo mordió. Más sangre. Otros dos se avalanzaron sobre ella y no pude ver más, y me alegro de ello. Salí corriendo y me dirigí al coche. Pude ver por última vez a mi vecino, en su coche, saliendo del cementerio. Su acompañante no tenía buena cara.

Capítulo 3

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Maldito hijo de puta. Cree que puede irse y dejarme aquí con las patas abiertas sobre la mesa. No dudé en coger el coche y seguirlo. Quería saber que era eso tan importante como para dejar un polvo a medias.
Si te digo la verdad ésto no me había pasado nunca. Suele pasar que cuando acaban se van sin decir adiós, o que después de hacerlo te recuerden lo puta que eres, sin darse cuenta que ellos son unos cerdos y sus mujeres los esperan en casa, pero ésto de irse sin acabar todavía no me lo habían hecho.

Siguiéndole llegué hasta un cementerio. Al final resultará que sí que tenía que hacer algo importante, pero ya me lo podría haber dicho, haberme empujado un par de veces más e irse. Total sea a quien sea a quien va a ver al cementerio, no se va a mover de allí.

Intenté aparcar por fuera del cementerio para que no me viese; seré ninfómana, pero no tonta.

Como había dejado el coche fuera, lo perdí de vista y al entrar en el cementerio no lo vi. No podía haber ido muy lejos pero debía saber de antemano hacia qué parte del cementerio se dirigía y supongo que habría echado a correr. Por la forma en la que se fue de casa, llegaba tarde.

Me adentré en el cementerio y a los pocos minutos estaba perdida. Era realmente grande y todo era igual por lo que era difícil orientarse.
Tras un rato, por fin encontré alguien. Era una mujer, estaba agachada junto a unas tumbas y unos setos que separaban una fila de tumbas de otras. Supuse que estaba rezando por lo que me daba cosa molestarla, pero necesitaba que alguien me indicase como salir de allí. Ya no me importaba el gilipollas de mi vecino, pero necesitaba volver a casa antes de que llegase mi marido si no ya me tocaría inventarme una excusa, como siempre, pero mi imaginación no es infinita ni su paciencia y confianza tampoco.

Respiré hondo y me acerqué. Perdone...

Se giró y me miró. Se levantó lentamente, dejando caer algo al suelo. Abrió la boca y de ella cayó un dedo humano y un chorro de sangre. Al abrir la boca un gemido profundo salió de ella e intentó agarrarme. Me aparté, por instinto, pero estaba paralizada. Miré detrás de la mujer, entre los setos, y la escena era horrible. Había un hombre, un hombre parcialmente devorado.
Intentó volver a cogerme y ésta vez si reaccioné. La empujé hacia atrás con fuerza y se desequilibró, tropezó en uno de los arbustos y se golpeó con una de las tumbas. Su cuello crujió y se partió del golpe.

La había matado. Había matado a una persona. Yo sólo quería apartarla... Fue en defensa propia. Sí, eso diría, en las películas funciona. Ella me atacó con la intención de matarme y yo me defendí. Miré a mi alrededor pero no vi a nadie más. Mi pulso cada vez iba más deprisa y no sabía si quedarme y explicar lo que había pasado o intentar huir. Nadie me había visto así que podrían pensar que se había caído o algo.

Antes de que pudiese decidir si quedarme o intentar salir de allí, vi como se movía. Era imposible, pero lo hacía. Se incorporó. Llegó a ponerse en pie y la cabeza le colgaba hacia la izquierda y reposaba sobre su hombro. Con ese caminar torpe que llevaba, la cabeza le iba dando bandazos, pero sus ojos en todo momento intentaban buscarme.
Empecé a temblar, a temblar y a llorar. Eso me sobrepasaba.

Capítulo 2

lunes, 24 de agosto de 2009

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Me levanté tarde, como siempre. No había oído el dichoso despertador pero por suerte había pasado un avión (otro, sí) y me despertó. Tuve la idea de ir a quejarme al ayuntamiento o a quien fuese porque eso no era normal. Aviones a todas horas.
Pero no era el momento. Hoy era el entierro de la tía Susana y ahí debía estar yo, como buen sobrino.

La verdad es que no había tenido mucho trato con ella, incluso estando éstos últimos días ingresada en el hospital fui a verla un día solamente, y porque me lo pidieron mis padres. Según ella tenía unos dolores de cabeza horribles y continuos desmayos. Esas eran sus únicas dolencias y los médicos pensaron que tenía jaqueca y la tensión baja, pero no mejoraba con todo lo que le dieron y al final pues... Lo que ya sabes.

Picaron a la puerta y yo aún estaba a medio vestir. Grité "VOY" mientras aún me iba abrochando los pantalones por el camino hacia la puerta.

Suponía que eran mis padres, así que abrir sin mirar. Para mi sorpresa, no eran ellos, si no la vecina de enfrente. Había llegado a mi bloque no hace mucho y siempre cruzábamos miraditas cuando nos encontrábamos en las escaleras o el ascensor, pero ella estaba casada.

-Hola- me dijo mientras posaba apoyada al marco exterior de la puerta. Iba con un camisón semitransparente y, si mi vista no me fallaba, sin nada debajo...
No dije nada, y ella siguió:
- ¿Te importaría ayudarme a una cosa? No está mi marido y tengo un problema con un grifo...
Intenté contener mi instinto y aunque sabía que me arrepentiría, le dije:
- Ahora mismo no puedo, tengo prisa, lo siento.
Se abalanzó sobre mí y mientras me apretaba el paquete con una mano, me dijo:
-¿Seguro?

Cogí las llaves a toda ostia, pegué un portazo que tuvo que despertar a todos los vecinos que aún durmiesen y entramos en su casa. Instantes después nos encontrábamos haciéndolo salvajemente sobre la mesa del comedor. En una de las embestidas un jarrón que tenía sobre la mesa cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos. Eso creo que la excitó más todavía, ya que me clavó las uñas con más fuerza en mi espalda.

A todo ésto, como puedes imaginar, había olvidado por completo el entierro de mi tía y que mis padres me vendrían a buscar... ¡hace 25 minutos!

Al ver la hora me vestí y salí pitando del piso mientras ella me maldecía e insultaba por haberla dejado a medias con las piernas abiertas sobre la mesa.

Imaginé que mis padres ya debían haber pasado a recogerme y se habrían marchado por lo que fui directamente hacia el coche para intentar ir yo mismo hasta el cementerio.

Abrí el coche (por suerte llevo las llaves de casa junto a las del coche) e intenté llegar al cementerio por mi cuenta. No sabía realmente en cual la iban a enterrar, ya que mi madre no me lo había dicho, pero lo imaginaba, ya que supongo que la enterrarían junto a mi tío.
Llegué tarde, como era de esperar, pero por lo menos supe que era el cementerio correcto ya que reconocí el coche de mi padre aparcado en la entrada.

Aparqué donde pude y fui hacia adentro. No sabía que excusa iba a poner pero bueno, improvisaría sobre la marcha.
Al llegar a la lápida de mi tío la escena era, cuanto menos, extraña. No había nadie. La lápida estaba abierta (lógico, tenían que meter a mi tía con él) pero no había nadie por los alrededores. Miré dentro y estaba el que supuse que era el ataúd de mi tío. Tampoco quise mirar mucho, la situación de mirar en la tumba de un familiar no era agradable.

A pocos metros de allí se encontraba el ataúd de mi tía. Pude saber que era el suyo ya que le habían grabado el nombre en letras doradas y la verdad es que resaltaban muy bien el color de la madera, aunque a ella dudo mucho que le importase eso ya.
El ataúd de mi tía estaba abierto, pero nada dentro.

Todo el conjunto era extraño. Era como si el entierro hubiese dado comienzo, pero lo hubiesen dejado a medias por algo. No entiendo mucho de entierros, pero no me pareció muy normal.

Me giré y pude ver como a lo lejos venía alguien. Se acercaba con paso lento, pero constante. Cuando se acercó un poco más pude reconocerlo. Era mi padre. Esa camisa de cuadros sólo se atrevería a llevarla él. Parecía desorientado, diría que aún ni me había visto pese que avanzaba más o menos hacia mí.

Para llamar su atención grité -¡PAPÁ!- sin acordarme que me encontraba en un cementerio y, en teoría, se debe guardar silencio.

Capítulo 1

viernes, 21 de agosto de 2009

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Pasillos y más pasillos oscuros. De todos lados salían zombis y yo no hacía más que disparar con la escopeta. La munición empezaba a ser escasa así que me tocaba apuntar mejor a la cabeza si quería salir de allí con vida.

Podía ver la salida al final del largo pasillo, pero no dejaban de salir más y más zombis. Esa gente debía trabajar ahí, en esas oficinas antes de que pasase todo eso. Fui retrocediendo hasta llegar a una puerta bloqueada y los muertos se iban acercando cada vez más. Tiré la escopeta ya que no quedaban más cartuchos y cogí la pistola de mano. De poco servía excepto por la falsa seguridad que te da el pensar "tengo un arma".

Los tenía a escasos tres metros ya. Podía oler sus cuerpos putrefactos y ver a la perfección esos dientes que anhelaban mi carne. Uno de ellos llegó a agarrarme un brazo e hizo que la pistola cayese al suelo. Estaba perdido. Otros dos se me echaron encima mientras yo intentaba mantenerlos alejados con mis propias manos cuando... Sonó el teléfono.

Puse el juego en pausa y fui a ver quien era. Casi con toda seguridad sería uno de esas teleoperadoras que intentan venderte lo que sea por teléfono.
Descolgé el auricular y sonó la voz de mi madre:

- Cariño, ha ocurrido algo.
- ¿Qué ha pasado?
- Tu tía..

Yo sabía que mi tía llevaba enferma un tiempo, no demasiado, pero cada vez estaba peor y los médicos no acertaban con el diagnóstico. Le habían dado medicamentos diversos, hecho radiografías, tags, y no encontraban nada fuera de lo normal.

No sabía qué decir, ya que por la voz de mi madre intuía que había muerto y no me salían las palabras. Mi madre continuó:

- La entierran mañana. Te pasaremos a recoger en coche, ¿vale?, sobre las 10 de la mañana.
- Vale. ¿Al final han sabido qué era?
- No. Ayer se puso peor, dejó de hablar, de reconocer a nadie y..... (Ruido de avión) ..... Y al final hoy ha muerto.
- ¿Cómo? ¿Podrías repetir mamá? Es que acaba de pasar un avión y no he entendido nada.
- Nada, simplemente ha muerto, no hay que darle más vueltas. Ahora descansa en paz. Hasta mañana hijo.
- Hasta mañana.

Después de eso no tenía ganas de volver a mi mundo zombie virtual. Salí a la pequeña terraza que tengo en el piso. Pude ver el rastro que había dejado el avión al pasar. Desde hacía un tiempo pasaban aviones sobrevolando la zona a una altura bastante baja. "Un día de éstos se me incrusta uno en el piso", pensé.

Volví al ordenador y salí del juego, total ya me iban a matar de nuevo. No había forma de salir de esas oficinas con vida.

Cené algo rápido y me acosté, mañana iba a ser un día duro.