Capítulo 8

miércoles, 14 de octubre de 2009

 

Solté la prenda de vestir que tenía en las manos y me metí en el coche a toda prisa. Miré hacia atrás y pude ver como el goteo de muertos empezó a convertirse en un torrente imparable. Cientos de ellos se dirigían hacia aquí como un gran enjambre de abejas atraídas por flores aromáticas.

Empezaron los disparos. Los 'hombres de negro' empezaron a disparar y algunas de esas cosas caían, otras simplemente retrocedían y después seguían andando. La gente se empezó a poner histérica y se metió en sus coches para intentar salir de allí, pero el atasco era tal que muchos optaron por abandonar sus vehículos y salir corriendo, lo que ocasionó más atasco.

Yo atropellé, bueno, simplemente golpeé a uno de los hombres de negro con el coche y me salí hacia el arcén de tierra para evadirme del control y poder bordear su vehículo.

Una vez ya en la carretera de nuevo puse rumbo hacia casa. El atasco en sentido contrario era monumental. Esos pobres idiotas en sus coches pitando no sabía lo que les esperaba pero yo no iba a parar para contárselo y arriesgarme a quedarme allí tirada. Ya lo descubrirían.

Aparqué el coche en nuestra plaza de parking y, cuando me dispuse a salir del coche, me di cuenta de que iba en ropa interior aún. Con los nervios ni me había enterado. Cogí las llaves de casa, cerré el coche e intenté subir hasta casa sin cruzarme con ningún vecino, pero no fue así. Me crucé con el del 4º, un tío de por lo menos 70 años. Estoy segura de que casi le da un paro cardíaco ahí en medio pero al menos me saludó y yo hice lo mismo, como si la situación fuese normal.

Metí la llave en la cerradura y pude comprobar que no daba varias vueltas si no que la puerta se abrió al primer giro. Alguien había llegado, y ese alguien sería mi marido. Se plantó frente a mi y me dijo que qué hacía en pelotas y yo le conté la verdad a medias. Le conté lo de los muertos que volvían a la vida, lo del control y demás, sin hacer referencias al vecino de enfrente.

Se mantuvo en silencio unos segundos, y después me dijo:

- Sabes, he estado aguantando durante años que toda la gente de mi alrededor me llamase cornudo y yo te he defendido siempre. Siempre he querido pensar que eran simples coincidencias o que la gente era una malpensada, pero ésta es la peor excusa que me has puesto nunca y encima llegas en pelotas a casa. Podrías haberme dicho que de repente te has vuelto sonámbula y que has salido de casa así, o que viste una araña de esas que te dan tanto asco que saliste corriendo, pero, ¿muertos que andan?

- Bueno... Realmente no sé si están muertos. Lo supuse.

- ¿Qué? ¿Sigues intentando colarme esa mierda?

- Joder, si quieres coge el coche y ve a comprobarlo tu mismo. Simplemente coge la carretera esa que va hacia el cementerio que está en las afueras y verás qué follón.

- Esperas que diga que no, ¿verdad? Pues ahora mismo voy a comprobarlo. Me sentiré realmente imbécil comprobando si los muertos se han levantado de sus tumbas pero te quiero demasiado como para pensar que te has ido con otro tío y mi inconsciente prefiere pensar que lo de los muertos es real. Espérame aquí.

- Es peligroso, y el atasco es monumental.

- No iré con el coche, cogeré un autobús que tiene una parada por allí y cuando vea que llego al atasco me bajaré para seguir a pie. Espero estar de vuelta en un par de horas.

- Ten cuidado.

Sin decir nada más salió por la puerta cerrándola tras de sí.

1 comentarios:

Abel dijo...

la que le espera.. ^^